Al principio, te vi, miré para otro lado y, sin que nadie se diera cuenta, cerré los ojos y suspiré. Ya estabas aquí. Habías llegado por fin.No creo en las casualidades. Antes sí, ahora, quizás menos. Tampoco estoy en condiciones de afirmar nada.
Últimamente parece como si todo estuviera programado. El destino es demasiado caprichoso, definitivamente. No se conforma con vasos medio llenos. Los quiere enteros.
Es demasiado irónico. El destino te trajo, por casualidad, te puso delante de mí. Y, cuando supo que ya no había vuelta atrás, cuando supo que había caído hasta el fondo; desapareciste.
Sin más.
¿Dónde estás? A veces, incluso parece que quieres decirme algo pero, luego, ni siquiera existes.Y lo mejor que puedo hacer es sentarme y esperar.
El problema de todo esto es prepararse. Tener algo, por mínimo que sea, planeado. El problema de todo esto es seguir viviendo de la ilusión. Seguir pensando que son tonterías. Que mañana será mejor. No, mañana no, dentro de un tiempo. Sí, ¿qué pasa con ese tiempo? Luego nunca es como esperas. Nunca es ni tan bueno, ni tan malo.
Es, simplemente, diferente.
Quizás mi problema es que siempre mantengo la esperanza. No, espera, quizás ese es el problema que tiene el destino conmigo. Es un ciclo, un círculo cerrado. Siempre pienso que no ha llegado el final. Siempre estoy segura de que falta demasiado para caer. Para llegar hasta el fondo.
Siempre creo que hay demasiadas soluciones.
Pienso que hay que buscar una solución cuando el problema nos golpea en las narices. Cuando ya no hay más remedio.
Nada es para siempre.
Absolutamente nada.
No comments:
Post a Comment