Sunday 19 February 2012

Te echo de menos

Echar de menos debería estar prohibido.
A veces, solo es cuestión de segundos. De repente, algo te viene a la cabeza. Algo que lleves tiempo sin ver, sin sentir, sin recordar. O, a veces, es algo de tu vida diaria, algo cotidiano. Algo que te hace feliz y que, en este momento, no tienes. Solo en este momento.
Y es que solo necesitas un: Tranquila, estoy aquí. Y el corazón se dispara. Vuela. Vuelve a soñar. Recuerda la felicidad que había olvidado al sentir esa angustia, esa agonía por haber creído que perdías algo. Algo demasiado importante.
Incluso hay veces que son cosas que creías triviales. Olvidadas, superadas. Incluso pensabas que pudieras haberte acostumbrado a ellas. Cosas innecesarias en cierta medida.
Pero no. De repente, vuelven. Vuelven a ti para recordarte que nada es insignificante, en realidad. Que nada se puede dar por olvidado o superado.
No, no quiero dar de lado a aquellos que alguna vez me regalaron una sonrisa. A aquellos que me hicieron feliz alguna vez. No quiero olvidarlos. Solo quiero recordarlos cuando todo era maravilloso. Cuando no había ninguna piedra en el camino.
¿Sabes? Muchas veces echo de menos a personas justo cuando me dicen adiós. Cuando se dan la vuelta para ir por su camino. Y, a veces, incluso cuando dicen hasta mañana. En realidad, una parte de ti se va con ellos.
Los empiezas a echar de menos.
De una forma u otra, más fuerte o más poco evidente, más intenso o más llevadero.
Sí, echo de menos cualquier conversación. Cualquier chiste. Echo de menos tu manera de sonreír, acompañando a la curva de tus labios con tus ojos. Echo de menos el eco de tu voz cuando apenas es perceptible. Tu sutileza. Tu manera de cambiar de conversación, de hacer como que no escuchas. Echo de menos tus frases a medio terminar. Tus melodías tarareadas. Tu guiño indeciso. Tu paso, tu estilo. Sí, tu estilo.
Echo de menos sentir la fuerza de escribir todo esto sin pestañear. Segura de mis palabras. Echo de menos cuando no resultaba tan difícil.
Te echo de menos... y ni siquiera creo que lo vayas a entender.

Sunday 12 February 2012

Palabras



















...187 días desde que no sé nada de ti.






















  



Estática

A veces preferiría conocerme menos, ser capaz de engañarme más fácilmente.
¿Sabes? Hace tiempo pensé que tardarías milenios en salir de mi cabeza, de mi día a día. Pensé que sería casi imposible que te olvidara. Que solo fueras algo pasajero. Cada día buscaba. En todas partes, en donde menos te imaginas.
Te veía en todos lados pero, era curioso, en ninguno estabas, en realidad. Tu luz, la que un día me hizo saber que eras algo más que especial, ya apenas la recordaba. No sabía cómo era, cómo fue en ese momento. Ni siquiera hubiera sabido describir tu cara, tu mirada. No sabía nada de ti. Ni de tu luz, ni de tus ojos, ni de tu capacidad de hacerme temblar.
Hasta que llegó el momento. Casi fue de la noche a la mañana. No, ¿qué digo? Fue de la noche a la mañana. Quizás me di cuenta de que era absurdo seguir teniéndote en mi cabeza. O, quizás, fue algo diferente lo que me hizo creer haberme olvidado de ti. Pasaron semanas. Semanas enteras sin echar de menos lo que nunca tuve. Una mirada que nunca me perteneció. Una sonrisa que nunca me dedicaste.
Estaba tranquila, por fin. Me había olvidado de todo lo que me hacía bajar la cabeza, suspirar y conformarme con lo que ya tenía. Era como si te hubiera necesitado todo el tiempo atrás; pero, en ese momento, ya formabas parte del pasado. De las cosas que nunca tuve. De los sueños que quedaron en un baúl.
Es demasiado extraño, ¿no? No he llegado a entenderlo aún. No soy de las que se rinden; pero sí de las que lloran cuando se ven tan forzadas a quedarse en un sitio que lo único que pueden hacer es seguir respirando sin más. Estática. No puedo dejar que las agujas del reloj sigan contando, sigan restando minutos, días. Necesito mover pieza, pensar rápido. Y acertar.
Por eso mismo, por todo, hoy has vuelto a mi cabeza. Has vuelto a aparecer. Has tardado demasiado. Más de lo que esperaba...
...pero has vuelto con más fuerza. Dejándome sin aliento. Sin paciencia. Sin respuestas, sin excusas para justificarme.
No tengo ninguna razón para que hayas vuelto a aparecer. Ni siquiera sé dónde estás. Sigue siendo igual que antes. Pero yo, como una tonta, sigo creyendo pensar que algo sí ha cambiado. Claro que sí. Yo misma.
Vuelvo a los mismos días de antes. A buscarte cada día por todas las calles. A soñar con que te encuentro. Y a escribir lo que no me pudiste regalar, lo que no pude lograr sacar de ti.
Espero que algún día vuelvas. Que algún día te pueda volver a ver. Espero que aparezcas, como mucho tiempo atrás. Y no te vuelvas a ir. Espero esa sonrisa, la que dejaste guardada en aquel cajón.
La que lleva mi nombre.

Sunday 5 February 2012

De vacíos y de palabras

Me acerqué demasiado despacio. Demasiado nerviosa, demasiado indecisa.
¿No parece, a veces, que el mundo es enorme? Más grande que de costumbre. Todo está mucho más lejos, muy distante. Ya, quizás, no te separen unos milímetros del aire que respiras. Sino que hay un vacío inexplicable entre él y tú. Te cuesta respirar. El oxígeno que necesitas tiene que pasar ese escalón, ese vacío, para poder llegar a ti.
Y ya no disfrutas de poder respirar, de poder sentirte completa. Ahora te preocupas por ese aire, por si no fuera capaz de dar el paso. De saltar ese vacío. De darte lo que necesitas.
¿No has caminado, muchas veces, sin saber a dónde vas realmente? Yo sí, demasiadas como para recordarlas todas. No sientes nada, ni frío, ni calor, ni cansancio, ni curiosidad por lo que hay alrededor. Nada. Tan solo está ese vacío, también, en el pecho. Pero, en cambio, ahora duele. Te aprisiona, sigue dificultando que ese aire te ayude, que llegue a su destino y te satisfaga. Sientes que, a cada paso, se va haciendo más grande. Es como sentir que algo se está yendo. Pero sin saber el qué. Normal, supongo, es vacío, es olvido.
¿Quién quiere olvidar, en verdad?
¿No es verdad que, a veces, tratas de buscar la forma de cómo decir algo, de cómo no dejarte en el camino ningún detalle, de cómo hacer que todo lo que está en tu mente, todo lo que te hace sentirte un poco más extraña, se convierta en palabras? Las palabras más maravillosas del mundo.
Te lleva una semana. Dos. Tres, quizás. Y, al final, te decides. Sí, ya sabes cómo lo conseguirás. Está todo planeado y, por fin, no estarás tan sola. Solo un poquito menos que antes.
Y llega. Llega el día y... ¿qué?
Nada.
Absolutamente nada.
¿Qué tenías que decir? ¿Dónde se han ido las palabras maravillosas? ¿Dónde se han escondido?
Eh, espera... ¿no es ahora el vacío un poco más grande?