Sunday, 18 December 2011

It's so out of line

Prométeme que la próxima vez será distinto.
Prométeme que me harás sonreír, que me convencerás en un solo minuto que merece la pena el esfuerzo.
Cuando crees que no avanzarás más por ese día, cuando crees que lo único que te queda para que la luna concluya el día con su resplandor es cubrirte con tus sábanas; ese es el momento en el que deberías parar en seco, respirar hondo y saber que la persona que puedes ver delante del espejo te va a ayudar a superar la más mísera tontería. Esa es la única persona que, si te falla, estás perdido.
¿Sabes? No me gustan los domingos por la tarde. No llega a ser lunes; pero el sábado queda ya muy lejos. Esos días suelo sentirme agobiada, desganada y triste. Sí, ¿por qué no? Triste.
Es de esos días que si te tumbaras en tu cama y miraras hacia el techo, descubrirías que han pasado dos horas sin darte cuenta. Es de esos días que todo pasa por tu mente, que todo lo disfrazas de mentira, que tus sueños parecen difíciles de alcanzar; pero nunca imposibles.
Es de esos días que te propones metas para emprender justo al día siguiente. Pero nunca en domingo.
Nunca por la tarde antes del lunes.

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