Saturday, 17 December 2011

Espiral

Prometí estar siempre por aquí. Prometí no irme jamás. Prometí no volver a dar razones para llorar. Prometí ser, incluso, algo que no soy en gran medida.
Y lo negué. No quise seguir adelante con eso. Pero siempre estaba presente. Al fin y al cabo, siempre han sido promesas.
Y las promesas deben cumplirse.
Hay veces, en la vida de todos, que necesitamos desaparecer. Que nadie te recuerde por un instante, aunque en el fondo quieres ayuda.
Muy en el fondo.
Si sólo fueran dos segundos. Dos segundos de completa soledad para reflexionar lo reflexionado. Para volver a cometer los mismos errores y aprender, de nuevo, de ellos.
No volveré a repetir un error. Aunque todo me incite a ello.
Hay, incluso, veces que sientes todo tan lejano. Todo tan fuera de lugar. Casi que no va contigo.
Y la sorpresa viene cuando te das cuenta de que es tu vida. De que lo tienes presente siempre. En todas tus decisiones. En todos tus pasos.
Se podría decir que es tu camino en ese momento.
Y lo pasas mal.
O no.
A veces, cuando te das cuenta, lo sientes incluso más lejano aún. Estás haciendo daño a mucha gente. Pero no tienes ganas de hacer nada para solucionarlo. No puedes. Te hundes.
Y hundirte... hundirte te hunde más.
Por lo que la espiral en la que estás metida llega a absorberlo todo. Tu ilusión, tus ganas, tus amigos. Todo.
Llegas a pensar que nada merece la pena. Que un montón de palabras como estas no sirven sino para ser más pesada aún. Para compartir algo tuyo con más gente que no tiene por qué merecerlo.
Nadie merece leer algo absurdo.
Y mucho menos tú.

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