Soy esa persona que se ahoga en un vaso de agua. Que se hunde en una cáscara de nuez. Soy esa persona a la que le afectan los detalles como si fueran bombas atómicas. Y esa que siente todo de más, la que se preocupa por cada mínimo resquicio de anomalía que desarme su utopía casi perfecta. A la que se le cae el mundo cuando las hojas del árbol se posan en el suelo del revés. O cuando le rechazan la más mínima cosa materialista que se adueña de su ilusión por casi un mes. Soy esa persona que sufre sin querer y por querer. La que pierde la cabeza si llega tarde. La que siempre necesita cien cosas que hacer y poder solo dos a la vez.
Se adueñan de mí mis demonios cuando ni siquiera me he dado cuenta de que he llegado a rozar mis infiernos. Desciendo de mi cumbre de felicidad cuando todavía me quedan legañas en los ojos. Y cuando llego al suelo me rompo en mil pedazos. Y casi sí se me puede ver. No me escondo cuando lloro. Me abruman siempre, siempre los recuerdos. Veo trozos de mi vida en cada esquina y los saludo sonriendo.
Fui esa persona.
Fui esa persona cuya única preocupación en el mundo era que los pies no quedaran fuera de la manta.
No sufras, siempre te quedarán las demandas.
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