Lo único que hacemos es seguir y seguir... y amar todo lo que se cruza en nuestro camino.
Todo lo que hacemos es sonreír, ser sin querer, ayudar sin esperar nada a cambio.
Todo lo que hacemos, ya está hecho. Y lo demás... bueno, ahora solo queda echar de menos.
Y, ahora, ¿qué? ¿De dónde voy a sacar mis respuestas? Después de todo, ¿de dónde voy a sacar a personas que ocupen vuestro puesto de la manera tan perfecta en la que vosotros lo hacéis? Decidme que no es tan imposible, que quizá me prometáis que nunca permitiréis que ese puesto quede vacante. Decidme, ¿cómo os despido ahora?
A mis lunas menguantes, con su capa de azúcar glassé, a las que nunca le falta la pureza del blanco roto. A las que nunca, nunca, nunca voy a tener tan cerca como para no echar de menos. A las que me lo han dado todo en tan poco tiempo, las que siempre me sorprenden. Las que cada día escuchan, miran y entienden. ¡Y luego se ríen! Sea lo que sea, siempre reír, siempre ser feliz. Nunca se podrían encontrar palabras de agradecimiento, nunca se podría encontrar un lugar donde estar con ellas y no sentir esa completitud.
A aquella que lo único que se le ocurre decir después de hacer el examen de nuestras vidas es un energético: ¿A ti no te motiva el himno del Sevilla? Y a continuación empieza a cantar, como si nada, con más optimismo del que nunca existió. Y Sevilla, Sevilla, Sevilla. Aquí estamos contigo, Sevilla. A la misma que cada día se reía sin parar, por cualquier cosa. La que nunca se deja derrotar. De la que admiro su fuerza de voluntad, aquella que cuando todo va mal, está segura de que cambiará. Esa que te transmite la felicidad, la tranquilidad. Su risa como respuesta a todo, como medicina de las decepciones. Infalible. Invencible.
A mi chica de biblioteca. La que me ha enseñado que incluso en sitios donde está prohibido hablar se puede llegar a meter a un alma tan dentro del corazón que faltarían mundos para sacarla de ahí. A su calidez, su capacidad de hacerlo todo fácil. De ver las cosas fácil, de alegrarse de tus alegrías. De convencerte de que la ilusión también es cosa de dos. Nunca dejes de contar los días que quedan para llegar a tu meta. Y nunca dejes de pensar que cada uno que pasa es tan importante como el último. Nunca pierdas un día. Nunca permitas que tu entusiasmo, tu carisma y tu manera de ser desaparezcan.
A mi enana, la que me saca mil cabezas cuando se trata de ser. La que todo lo siente tanto que rasga. La que podría sustituir a Eros sin que nadie se diera cuenta del cambio. La de las ganas de hacer, que te prestaría hasta su casa si se lo llegaras a pedir. Aquella de la sonrisa, la mirada y la inocencia de una niña. Lo que hace su encanto, lo que la hacer ser. Tanta delicadeza de miniatura, tanta sensibilidad de Bernini. Y tantas risas que complementan a miradas cómplices. Cuántas cosas nos habremos dicho sin decir. Y cuánto de cerca queda esto de decirse adiós. Y cuánto empieza a rajar. No permitas que nadie te quite la gracia que te identifica, la delicadeza de tus movimientos. Y si vuelves a llorar, que sea de felicidad. Y si vuelves a llorar y no es de felicidad, que sea un segundo, y que pienses en todo lo bueno que hay en ti y todo lo que te rodea que haces bueno. Y sonríe. Y enamora con tus carcajadas. Porque enamoras, chica, enamoras.
Y, cómo no, ¿cómo podría ser de otra forma? A la persona más cariñosa del mundo. La que nunca falta. La que conoce tus secretos incluso sin decirlos. La de los ojos bonitos siempre y con un plus cuando están al sol. La que me enseñó que el amor de mi vida no es necesariamente el que me acompañará para siempre, sino el que me ha acompañado durante lo que he vivido, que eso sí es mi vida, no lo que aún queda por vivir. Aquella persona que siempre le faltan los abrazos, los besos y las fotos. Y los pide. ¡Vaya que sí los pide! Y los recibe, ¿cómo negarse a tus ojos, amor? La que valora tus ilusiones, tus proyectos y siempre está dispuesta a ayudar. La que lo da todo sin esperar recibir absolutamente nada. A la que se le cae la bondad por los costados. La de las bromas a media voz y la risa inesperada. La que comprende cada poro de tu piel y te hace sentir tan a gusto en cualquier lugar, que no te importaría firmar un contrato para tenerla ahí toda la vida. Es más, no me pensaría hacer cola para ello. La que quiere y es querida. Te haces de querer, tanto que no dudaría en decir que eres uno de los amores de mi vida. La que ama el baile tanto como a sus musas. Que ya es decir. Ya es decir. Nunca dejes de brillar, ya sabes, nunca dejes de querer, nunca dejes de ser tú. Nunca me olvides.
Pondría la mano en el fuego por vosotros. Y aseguraría que estos dos años han sido los mejores de mi vida. Quizá no en el mejor sitio, pero con la mejor compañía. Todos habéis construido un pedacito de mí y eso es lo que os lleváis. Exactamente lo mismo que yo espero llevarme de vosotros. Nunca dejar de caminar y nunca, nunca dejar de recordar. Eso es lo que me llevo. Eso es lo que me arropa. Gracias por hacer de mis días algo que realmente merece la pena, por hacerme reír, por comprender y por el cariño. Gracias por vivir, por ser, por estremecer. Gracias por sentirme obligada a escribir cada una de estas palabras. Y que ninguna de ellas sea tan grande como para explicar vuestra grandeza. Perdonad mi osadía, no me olvidéis.
No torvido, peliverde.
ReplyDeleteLlorar de felicidáh :''''''')
ReplyDeleteSiempre apareceré en tu vida cuando menos te lo esperes para comprobar que ese arte que te recorre las venas sigue dando esos maravillosos frutos que nos hacen disfrutar tanto a todos. Te lo dije una vez, de mayor siempre querré ser como tú. Eres genial, mi gatito y yo nunca nunca te olvidaremos.
ReplyDeletePD: No me hagáis esperar ni Celia ni tú mucho en vuestras firmas de libros porfi.
Firmado,
Alguien que se alegra hasta el infinito de no haber aprendido nada nada de inglés en un año.
Eres perfecta.
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