Me contó la forma de abrazarte y que no me queme la piel.
Que dicen que si la juventud distorsiona. Que si todo se ve más perfecto. Que si solo sabemos mirar a nuestra manera. Que si las cosas no siempre son como nosotros queremos. Que si algún día nos daremos cuenta de que llevamos viviendo en las nubes todo el tiempo que pensamos estar experimentando la pura realidad.
Y es que todo esto se acerca más a dèja'vu que a todos los tabús de los que nos hacéis protagonistas.
Pero es que yo cada vez tengo más claro que por más veces que nos repitan que no todo es como pensamos, mi vida viene siendo más completa a cada paso que doy. Y cada vez estoy más segura de que todo lo que me dicen es mentira hasta que yo demuestre lo contrario.
Tengo que romperme en mil pedazos otra vez.
Que si no acepto las críticas. Que si soy más fuerte de lo que creo. ¿Y qué? ¿Qué es lo que buscan? No me hace falta saber lo fuerte que soy para ser fuerte. No me hace falta saber cuántas lágrimas voy a desprender para saber que en un segundo voy a romper a llorar. No me hace falta. ¿Para qué? ¿De qué sirve complicarse? Solo necesito vivir. No necesito saber cuántos años tengo. Ni en qué año estamos. No necesito un corrector de sentimientos en cada momento. No necesito un contador de pasos. Solo necesito vivir. Que no me digan qué día viene después de hoy, que solo vendrá mañana. Que será igual de perfecto que todos los demás días (menos si no estás a mi lado; eso sí que resta algo más que un plus). Solo necesito una cosa (además de vivir): que alguien me explique el secreto para dormir cuando no estés.
Cuando no estés.
Que no va a ser ni un día. Ni dos. Ni tres. Ni mañana. Ni ayer. Va a ser más de lo que me digan. Y menos de lo que me aseguren. ¿Y qué? Solo necesito saber el cómo. Solo necesito saber el podré. No acepto un porqué. No acepto un nunca se sabe.
Porque yo sí que lo sé. Sé quién soy. O, por lo menos, sé lo justo que necesito saber de mí para vivir, vivir contigo o sin ti. Sin ti. Sin ti... Sin ti. Hasta que vuelves. Hasta que vuelves y ya nunca me acuerdo de ese para cuando no estés. Vuelves y ya no vivo, ya vivimos. Vivimos tanto que da igual si alguien se atreve a mover una pieza de nuestro ajedrez. Da igual. Da igual porque nosotros ya acordamos cuándo, cómo y por qué proclamar nuestro tablas. Vivimos, quieran o no. Vivimos, que es todo lo que pretendíamos hacer desde el principio. Y, piensa, ahora, ¿qué importa qué día, qué hora o cuánto tiempo? Lo que vivimos... es todo lo que tenemos. Lo que vivimos... es lo que me explica cómo se duerme cuando no estás. Lo que vivimos eres tú. Soy yo.
Que vengan ahora a evitar que me rompa en pedazos otra vez. Que digan que no es lo correcto. Que no es necesario. Que no hace ningún bien. Venga, y, ahora, ¿crees que les valdría un porqué? ¿Crees que algo les parecería bien? Seguro que sí. Pero es que yo soy a veces yo y a veces pedazos. Eso es lo único que cuesta trabajo entender.
Otra vez. Otra vez.
Para dormir cuando no estés.
Qué gonico, nena.
ReplyDeleteMenos que tú, bribona.
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