Somos jóvenes y la derrota y la victoria visten el mismo disfraz.
Somos jóvenes y la lucha es el agua y el aire para vivir.
Somos jóvenes los lunes y los viernes. Los martes y los domingos.
Somos jóvenes y las seis en punto no es lo mismo que las seis y un minuto.
Somos jóvenes y nos duelen más un "no" y un "mañana", que un "jamás".
Somos jóvenes para la desgracia y la pérdida. Para la derrota.
Somos jóvenes y no sabemos lo que es el desamor a causa de tanto amor.
Somos jóvenes para el cansancio, para las ganas de descansar.
Somos jóvenes hoy... y mañana ya se verá.
Somos jóvenes, sin duda, somos jóvenes pero niños traviesos. Gatos sin dueño, perros callejeros. Elefantes libres. Acordes independientes. Átomos dispersos. Libros vacíos de oraciones y llenos de palabras. Inocencia impura.
Somos jóvenes pero no para las lágrimas que desgarran, ni para los sueños que anhelas, ni para las palabras que atacan, ni para una boca sin dueño. Ni para las miradas que asesinan, ni para las indirectas que llegan en línea recta.
Somos jóvenes para carecer de utopía.
Somos jóvenes y orgullosos de no ir más allá, de no anclarnos en el pasado o el futuro. De vivir. Sin más.
De vivir.
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