Esto es todo lo que te puedo enseñar. Quizás preferirías que apareciera con un gran discurso, con una agradable melodía. O con una mirada de película. Dicen que eso funciona, pero, ya ves, para mí son como utopías: si he sido capaz de regalar una de ellas alguna vez, ni me acuerdo.
Y sin poder olvidar lo que dejas, lo que has aprendido, van a cambiar las caras, los sueños, los días; y yo lentamente te pierdo.
En cambio, tú siempre me vienes con una de esas miradas, quizá sin darte cuenta, quizá es tu forma de vivir. De cómo hacer. Quizás seas tú, al fin y al cabo. Otra vez te vas para volver. Unas veces más tiempo y otras veces menos, ¿cómo es que todas parecen una eternidad? Dime, ¿qué le has hecho a mis relojes? ¿Es que se paran todos a la vez cuando te vas o soy yo, mis imaginaciones? Venga, no seas malo, dime el truco. Saca ese conejo blanco de una vez, quiero verle sonreír, a ver si sé así por fin que es posible que tu sonrisa se contagie estando muy cerca de ti.
Con un adiós, con un "te quiero" y con mis labios en tus dedos para no pronunciar las palabras que dan tanto miedo. Te vas y te pierdo.
Se contagie o no, decido estar cerca de ti. Para lo bueno y para lo malo. Así va esto, de las risas se sacan lemas y modos de vivir. Y de las lágrimas... de las lágrimas se sacan sonrisas. No es tan complicado. No lo es. Dime que no lo es.
Me alegra tanto escuchar tus promesas mientras te alejas, saber que piensas volver algún día.
Quizás no me explique demasiado bien. Quizás me ande con demasiados rodeos. Te quedas con mi parte, yo me cuelgo de tu voz. Pero, por el cielo, no hago las cosas porque sí, no canto con más ímpetu para que no me escuches. Lo hago para aclamar al énfasis, para que me ayude a demostrarte una milésima parte de lo gigante que eres para mí.
Porque mis ojos brillan con tu cara y ahora que no te veo se apagan...
...porque prefiero que estés a mi lado aunque no tengas nada.