La distancia nos ganó la partida.
Quizás fueron los dados trucados. O mi mala suerte. O, quizás, que no fuimos lo suficientemente valientes.
Quizás fuiste tú. O yo.
O la estrategia de la vida, que siempre va medio paso por delante.
¿Quién puede luchar contra los caprichos del destino?
Siempre tendrás un trocito de mí. Siempre será tuyo por mucho tiempo que pase.
El destino podría arrepentirse de usar esos dados envenenados suyos. Podría darse cuenta de que sus fichas son siete mil veces mejores que las nuestras. Podría; pero no lo hará. Porque nunca lo hizo antes.
Nunca tendremos ventaja. Nunca nuestro puesto en el podio.
¿Qué pensarías si te dijera que sigo temblando al escribir estas líneas? ¿Y qué me dirías si supieras que sigues estando en la cumbre de mi pirámide de prioridades? ¿Y si estuviera pendiente de todas tus palabras, tu risa y tus cavilaciones? ¿Y si supieras que nunca podría olvidarme de ti ni por un segundo?
Quizás me dirías que miento, aunque pensaras lo contrario. Y, quién sabe, quizás tuvieras razón en eso de que miento.
Pero, dime, ¿quién de los tres es capaz de juzgar eso; tú, yo o el destino?
Sé que la distancia de mi casa a la tuya es mucha, pero no debes sufrir por eso. Siempre tendrás un trocito de Palmi en ti.
ReplyDeleteQué alivio...
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