Una vez. Solamente una vez, ya lo ves. Y no fueron mis pies, que fueron mis manos las que se enredaron.
Me traes el frío de las ciudades del desengaño. Te abrazas a las calumnias de la suerte. Y obvias lo que se te viene encima. Te olvidas de que te estoy esperando. No te preocupas de recordar mi nombre cuando son tus manos las que se quedan pegadas al hielo. Porque los besos, en el frío, atrapan. Porque los besos, en el frío, te roban la conciencia.
Una vez. Solamente una vez. Y por más que lo pienso siempre noto el peso.
Me he recorrido todas tus antesalas y juraría que han dejado de oler a ti. He paseado por los fiordos del deseo y no me puedo acordar de cuántas margaritas descuarticé antes del primer beso. He sabido del nombre del miedo a manos del amor y he enloquecido con el tacto de la soledad. Dime si desde hace mucho amor más amor es dolor. Y si la distancia entre hipotenusa y catetos sigue siendo cero. He decidido dejar de hablar, dejar de andar y dejar de amar (por lo menos mientras no ames).
Volvería a caer, volvería a saber.
Y aunque tú me pierdas yo siempre me encuentro contigo.
Cuando vienes, vas. Cuando vas, no estás. Y yo vivo enganchada a los pasos que das.
Y tanto que he escuchado que la Luna es un poco menos blanca, que el Sol es un poco menos brillante y que a la Vía Láctea la han desahuciado por ese cerrado por vacaciones.
Yo no quise correr. Solamente una vez me mandaron los pies.
He visto el odio en tus ojos y he llorado por ello. He visto la urgencia en nuestros labios y he llorado por ello. He sentido el frío de la eternidad sin tus ropas en tan solo un segundo.
Y he llorado por ello
¿Dónde vas? Tan solo y tan tarde que no te acuerdas de nadie.
He buscado las razones que aún me han faltado para alejar tu némesis de tus latidos. Y cuando voy a cogerlas se me escapan entre los dedos. Y se adhieren a tu corazón y lo oprimen sin pudor y me desgarro con pasividad y me desato de mi cordura y me acuerdo de qué sería de mí sin ti y me vuelvo a acordar de que no encuentro tu olor.
Una vez. Solamente una vez, ya lo ves. Una vez te perdí, una vez te seguí. Una vez, dos y tres.
Maldigo el momento en el que emancipé al corazón. Maldigo la vez que decidí mirarte de reojo y suspirar.
Una vez me enamoré del lado oscuro de ti. Di tantas vueltas que perdí el rumbo.
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