Time does not know us at all.
Mi culpa. Mis desequilibrios. Mi pico de la montaña y mi fondo del mar. Lo siento.
A veces creo que te odio y otra veces sé que te adoro. No es por ti. Te prometo que no es por ti.
Es solo que a veces me comparo con el viento. A veces me dejo llevar por las mareas de las voces que me invitan a recorrer los caminos de la curiosidad. Es solo que a veces me pierdo en mis laberintos. Y te prometo que no me encuentro, que no soy capaz de encontrarme. Te aseguro que, en algunas ocasiones, no sabría responderte si me llegaras a preguntar cuál es mi nombre, mi poesía o mi razón. Es solo que a veces, con mis idas y venidas, me ahogo en la inmensidad de la luz del sol, en el verde de las hojas de los manzanos y en el sabor del aire de la noche cuando llueve. A veces, y no tan solo a veces, no sé quién soy. Y no es por ti, no es por ti. Es solo que a veces prefiero dejarme los ojos mirando el blanco de las nubes y perdiendo la noción del tiempo. Es solo que a veces necesito tanto la soledad que ni siquiera quepo yo en su lugar.
Me seducen los caminos turbios. Me conducen al filo de la precipitación y me empeño en traducir el mensaje que dejan mis alas al volar. Si tienes que culpar, que sea a mí. Solo a mí. No es por ti. Soy así. Y aunque no lo sepas de mí. Disfruto pensando que lo tengo todo cuando acabo de perderte de vista sin querer. Que te adoro, que siempre te busco. Pero a veces se me olvida respirar tanto como puedo olvidarme de las razones por las que te necesito donde esté. Soy pura contradicción. Soy la retórica del corazón y la ironía de la razón. Y no he ganado ni una sola batalla de las que he librado conmigo misma. Autodestrucción. Déjame ser. Déjame aparecer cuando no me ves. Déjame crecer. Crecer al lado de los fiordos y de las olas del Caribe. Déjame dormir. Dormir para soñar. No sabes cuánto adoro y odio dormir.
Lo siento. No es por ti. Te sigo prometiendo que es por mí. Te sigo prometiendo que escalaría la montaña más alta de la Luna solo por verte un segundo más. Te prometo que lucharía contra Goliat si me lo pidieras. Pero solo déjame ser. No te enfades si no escucho. Si de repente me callo en mitad de la historia y pierdo mi mirada por cualquier rincón de la habitación.
No te enfades si te presto demasiada atención. No me obligues a mirarte si acabo de cerrar los ojos. Déjame ser. Déjame llorar. Déjame reír. Ríe conmigo si te atreves, llora conmigo si puedes.
No me repitas de cuántas formas soy capaz de perder el tiempo. Intenta conocerme. Trata de entender lo que escribo. Es como un callejón sin salida. Revisa una y otra vez las razones por las que no te llamé aquella noche. ¿Dónde están? ¿Dónde estoy? Se han quedado todas allí, con las otras que me obligan a odiarte cuando más te quiero y a quererte cuando más creo que te odio.
Y no te odio. Te quiero por sacar lo mejor de mí. Te quiero por ser así, por hacerme ser así. Te quiero porque quizá no lo sepas. Te quiero porque no vayas a entender esto. Te quiero por ser. Te quiero por querer.
Déjame gritar. Déjame con mis chistes, con mis ironías. Preocúpate de mis pesadillas y hazme feliz por las mañanas. Prepárame para poder ser sin ti. Prepárame para echarte de menos sin doler. Prepárame para saber cómo se vive un día en el mundo sin tu olor. Pero déjame ser.
Sé tú.
Dejémonos ser. Olvidemos nuestras coincidencias. Inventemos otras nuevas. Déjalo estar. Déjalo ser.
Déjalo como está. Revuélvelo otra vez. Te prometo que no es por ti.
Que no es por ti.