Enséñame todo lo que llegaste a ser. Apréndeme célula a célula.
Mátame y acaricia mis manos. Sujétame. Como si me faltara la vida que me acabas de quitar.
Y me falta.
Pulsa el rewind. Aprende a no matar. A querer sin poseer. A mirar sin preocupar. Pero sujétame.
Y me sujetas.
Muéstrame cómo se pierde sin querer. Enséñame a jugar sin apostar. Dime de una vez de qué manera se pierden tus pedazos sin saber por qué.
Y me pierdo.
O me pierdes.
Lima mis asperezas, sin fijarte demasiado en las tuyas. Grítame. Acuchíllame. Engáñame. Finge ser feliz.
Y te arrepientes.
O despiertas.
Tienes eso de lo que puede enorgullecerse cualquier persona. Tienes esa mirada que atraviesa los muros de la indiferencia. Tienes esa sonrisa que ciega al Sol. Tienes ese caminar que acorta las distancias. Tienes esas manos que calman a las mareas. Tienes ese don. Ese don de hacer feliz.
Y me tienes.
Tienes esa bondad. Que no cabe ni en tres mundos. Tienes esa humildad. Que te sobra en los malos momentos.
Y me vuelves a tener.
Tienes ese para siempre. Casi un para siempre, diría yo. Casi. Casi estoy contigo. Casi te tengo. Casi me tienes. Casi te veo.
Ya casi estamos.
Ya casi.
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