Monday, 12 August 2013

Lunes

Sé lo que puedes pensar de mí. Y no se me ocurre nada bueno ahora.
Podría decir que me importa todo lo que pienses. Y tú podrías decirlo también.
Pero es que no es eso. No es así. No es que me importen demasiado los pensamientos de los demás. Es que, a veces, preocupa que coincidan con los míos. A veces, preocupa que puedan ser verdad.

Y, otras veces, me alegro de que puedan ser verdad.

Y, luego, me da por seguir pensando, que no es algo extraño en un lunes lleno de metas nuevas para toda la semana. Y me acuerdo del domingo. De lo negro que se veía todo. De tener tapones en los oídos. De no querer escuchar a nada que no fuera mi propia respiración. Y, fíjate, aunque hayan pasado diez horas, parece que vivo en otro mundo. Quedan tapones, queda no querer escuchar otra cosa que no sea... espera, tu respiración.

Y eso hago. No dejo de escucharla. Inspiras. Espiras. Inspiras. Espiras. Y, ¿cómo quieres que te lo diga? Podría diferenciarla de entre todas las personas del mundo. Me sé tus altos y tus bajos. Tus puntos débiles y tus fuertes. Y sé todos los aspectos donde debería intentar conocerte mejor. Debería.

¿Debería?

Creo que podría imaginar la cara que pondrías en cada situación. Y también podría equivocarme en todas. Y lo haría, créeme. Porque, cómo lo digo, es que cada día pareces diferente. Nuevo. Pero sin olvidar el ayer.

Y es que es esto lo que quiero. Escribir sobre lo primero que se me viene a la mente. Releerlo cada día. Y rabiar porque podría haber puesto mil cosas que habrían quedado mucho mejor. Pero, cuidado, no cambiarlo nunca. No cambiar ni una letra. Ni una.

Igual que contigo. No cambiar ni una pestaña. Que me sorprendas. Que no te espere. Que no me anticipe.

Que nunca me avises cuando me pase horas hablando sola porque el micro está apagado y se me ha pasado encenderlo. Que te rías de mí por hablar sola y yo crea que te ríes por lo que digo. Que tenga infinitas ganas de venganza cuando me dé cuenta de lo que pasa. Y de que me hagas reír por lo despistada que puedo llegar a ser. Que te dé igual. Y casi me supliques que te repita todo lo que he dicho con el micro apagado.

Y, luego, cuando dejes como causa perdida que pueda decirte una sola palabra, sigas con tus cosas, sin pensarlo demasiado. Que entre estudio y estudio te canses y hagas cualquier cosa que no tiene nada que ver con lo que estudias, como tocar notas a alzar en un piano virtual. ¿Qué es eso? Y encima te ríes. Porque no tiene ningún sentido. Porque me ves reírme de ti. Acto seguido, me preguntas que de qué me río tanto, aunque lo sabes perfectamente. Siempre lo sabes perfectamente. Por eso sigues haciendo lo que sea que hagas hasta que parece que me calmo, y ahí es cuando me invitas a que escuche tu obra, la maravillosa obra que has creado. Para que me ría aún más.Y ya te da igual si te escucho o no. De repente, lo dejas y sigues estudiando. Sin ningún gesto en la cara. Como si tu piano no hubiera existido nunca.

Es como crear el toque exacto que hace que cualquier cosa aparentemente aburrida se convierta en una montaña rusa. Eres experto en eso. En crear lagunas en el tiempo. Porque luego caen en el olvido. Nunca las recuerdas. Pero hacen que todo sea un poco más sonriente. Casi que el piano te sonreía a ti.

Me encantan las montañas rusas y, perdona, pero yo no las olvido. Perdona.

¿Sabes por qué pasa todo eso? ¡Porque haces que apague el micro! Todo deriva de eso. Nunca sabrás lo que dije mientras estaba en off. Y puede que yo tampoco lo recuerde. Pero eso es secundario. Eso es más bien trivial.

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