Al desierto de las ausencias

de vuelta al desierto de las ausencias

ausencia de brazos y dedos que corren por tus venas

ausencia de ti y de mí

ausencia del mar

que ruge de dolor

que sufre y que llora

y de repente la manzana que me incita a no soñarte se desfigura, se pudre y se vuelve hacia atrás. Me da la espalda como si nunca jamás quisiera volver a ver mis ojitos. Y yo, profundamente enamorada de las vetas de su madera, me descuelgo como de una nube inconsistente. Me caigo al vacío, que es eterno y maldito. No hay fin, sigo cayendo, no hay tope, sigo cayendo. Y yo, profundamente anestesiada por las causalidades que creamos, empiezo a dar vueltas. Empiezo a centrifugar y saltan chispas. Que no saben dónde van, que no saben dónde ir. Te quemo, te quiero quemar, quémate. Por dios, quémanos. Quema este limbo que hemos creado, que se acaba hoy, que muere hoy. 

Aunque no queramos.

Rompe el tiempo, rómpenos. Súdame sin lágrimas y abre los ojitos. Para que te pueda ver. Dime que no nos hemos equivocado de escalón, que los pies son demasiado pequeños, que vamos demasiado lentos. Lentos. Muy lentos. 

De vuelta al desierto de las ausencias, no pienso en ti. No me dejo pensar en ti. No dejo de pensar en ti.