Primera norma nocturnal: no me mires así.
Nada te puedo dar, no hay nada bueno en mí.
No puedo controlar mi vida, solo te quiero prevenir.
Mira que te lo advertí, esa es mi naturaleza.
Un impulso irracional de destruirlo todo. Hundirte y descender como el octubre rojo.
Quiero que desgarre, que muestre lo que tienes dentro y que tengas que sujetarlo todo entre las manos.
Y que se te resbale, y que se te desborde.
Sácame tu alma, que voy a llenar mi habitación de pinceladas. Prepárame la casa que voy a contarte las penas. Quiero que te desequilibre, que no puedas secar las lágrimas con los dedos.
Quiero, tanto como tú, que vengas hasta que te duela. Que parezca que ya no me quieres o que por mí te mueres. Quiero aburrirte a canciones y roerte los cables que sujetan las rarezas que te amueblan la cabeza.
No hablo de ti. Hablo del tiempo que paso sola. Hablo del olor a disolvente permanente de mis ojos. Hablo de las noches sonámbulas que amenazan con salirme a buscar. Hablo de todo lo que no sé que existe y de lo que me hace escribiros esto. Escribiros esto.
Que suene mal. Quiero que suene mal. Pero que al menos suene. No quiero que le veas sentido, no quiero que tenga sentido.
Pero siempre lo tiene. Recuérdalo, por más que te prometa que no lo tiene. Lo tiene. Aunque me arrepienta o te arrepientas de haberlo dicho.
Ahora quiero dejar de sonar borde y empezar a mirarte despacio. Muy despacio. Aunque nuestra banda sonora ya no nos deje más. No quiero ni un segundo estar sin verte. Átame, por favor, hasta que me duela, que se me corte la circulación.
Sabes o pareces saber que es todo tan simple como dejarlo todo en blanco. Empezar a tocar el piano por la parte de atrás. Soltar las cuerdas cuando estás a punto de llegar. ¿Pero tú adónde quieres llegar? ¿Dónde están ahora las horas que perdimos buscándonos en las farolas? No están en ningún sitio, porque según lo que sabes, no llegaron a existir. O eso nos dedicamos a pensar. A eso nos dedicamos, a intentar saber. Intentas saber a qué dedico las horas en las que nadie sabe nada de mí. Me gustaría que intentaras saber lo que pienso cuando parece que pienso en lo cuadradas que parecen ahora las baldosas del salón.
Quiero que me llenes los pulmones de caladas de todo menos cordura. Quiero que no me vuelvas a preguntar por qué o qué quiero. No quiero que me preguntes lo que estoy pensando o qué opino de todo lo que pasa a mi alrededor. Es que no lo sé, no sé nada, ¿no lo entiendes?
No opino de ti, no opino de mí. Solo actúo. Desde hace un par de lunas, solo muevo los pies, las manos y el alma. Soy culpable del crimen que me cometieron, ¿verdad? Amor y culpa. No quiero oír hablar del amor. No quiero oír hablar de nada, en realidad.
Levantarme, respirar y dormir. Si me preguntaras, eso es lo que hago por ti.
No te necesito, necesito a mi identidad cuando estoy contigo. Necesito lo que soy cuando estoy contigo.
No tengo amor. No tengo vida.
Y aún así sigo levantándome, respirando y durmiendo.
¿Estoy muerta ya?
Es eso.
¿Por qué no me siento? Ni viva ni muerta.
¿Dónde estoy?
¿Adónde me he ido?