Monday, 17 February 2014

Estuches

Soy todos esos acordes que siempre me he propuesto hacer sonar. Y que incluso a veces he intentado que fueran algo más que un pdf guardado en esa carpeta: Guitarra.
Pero lo cierto es que no sé ni hacer un sonar un acorde de Sol, de Fa o de Si.
La verdad es que no tengo ni idea.

Y siempre querré aprender. Pero nunca lo haré.
Son las cosas de mi vida. Lo que me propongo para nunca llegar a hacer pero siempre querer hacer.

Y no, deja, por favor, de pensar que nunca es tarde para aprender y que algún día lo haré.

No.

No.

Está bien así. O quizá no.
El caso es que hoy en día, de la forma en la que soy, admiro a todo el mundo que sepa hacer un mínimo acorde en una guitarra, me inunda la curiosidad cuando veo a cualquier persona con un estuche en forma de instrumento por la calle y me muero de ganas de aprender a hacer uso de lo que sea que haya dentro de ese estuche.

Es así. Siempre ha sido así. Y no quiero perderlo, no quería perderlo. Pensaba que si yo misma llegaba alguna vez a llevar uno de esos estuches a la espalda, ya no sentiría esa admiración innata por los demás estuches nunca más. Y, aún así, con el miedo de perder esa increíble sensación, me atreví. Y el estuche vino a mí. Como si hubiera sido mío siempre. Y no dudo que, de hecho, no lo haya sido. Él para mí y yo para él. Mi saxo para mí y yo para mi saxo. Haciéndole compañía a la pintura, la literatura, el teatro y la fotografía.

Y, fíjate, no he perdido ni un mínimo ápice de esa maravillosa sensación. Pienso, sin querer, cada vez que veo cualquier estuche ajeno, que la persona que lo porta tiene que tener un corazón increíble y, sin llegar a querer pensarlo, ya sé que sabrá mil veces más de música de lo que puedo saber yo. Y lo admiro.
Da igual si he visto su mirada o no. Da igual si he llegado a escuchar su voz o no. O si alguna vez he podido analizar de qué manera hace el rabillo de la a al escribir. Lo admiro. Por ser como es. Por llevar el peso a la espalda, al brazo o al hombro.

La música no puede traer nada malo. Nunca.

Y, podría admitir a regañadientes (porque casi nunca faltan las lágrimas), que nunca me ha traído nada malo a mí.
Y, qué diablos, claro que formo parte de la música. Aunque nunca sea capaz de pensar que estoy involucrada al mismo nivel que todos vosotros.
Es algo en mí. Algo en mí que me obliga a pensar que nunca sabré más del 0'00000000...% que ahora sé de lo que significa un fa sostenido. O un si bemol.

Aunque incluso nunca lo llegue a saber. Soy parte de la música.

Y adoro saber que siempre estará esa curiosidad. Esa admiración. Ese deleite al ver cualquier estuche en cualquier lugar.


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