Saturday, 5 January 2013

Primaveras sin abril

Aún me cuesta admitir que eras lo mejor de mí.

Hay días raros, días eternos, días cansados, de los que enamoran, dulces, estresantes, divertidos, provechosos. Hay tantos días y al final nos acordamos de tan pocos. Y en el fondo, en el fondo son todos esos días los que forman nuestra vida. ¿Por qué nos olvidamos de algunos de ellos y de otros no?

Nada me parece la mitad de perfecto de como cuando estabas aquí.

Me gusta escribir. Sin más. No hace falta que un párrafo tenga que ver con el otro. Ni siquiera que tengan sentido por sí solos. Me gusta añadir frases de canciones que se contradicen entre sí. Y, sobre todo, me gusta añadir detalles que contrastan con la realidad. Con mi realidad. Quién sabe, quizá lo que escribo no sea más que unas cuantas palabras más, ordenadas o sin ordenar.

O, quizás, estén ordenadas para ti. Pero no para nadie más.

Me gusta dejar las cosas a medias. No, miento. En realidad, odio dejar las cosas a medias. No lo soporto. Creo que esa es una de las cosas que más me afecta en mi día a día. El "qué pudo ser". Si terminas las cosas no tienes esos problemas. ¿Y qué? ¿Qué son tus problemas? Nada comparado con los que puedan tener tus vecinos. La persona que duerme a tu lado. O la que dormiría a tu lado si se lo pidieras. Nada.

Que la vida son dos trazos y un borrón.

Me gusta añadir banda sonora a todo lo que escribo; pero muy pocas personas pueden llegar a saber cuál acompaña a cada entrada. A cada borrador. Quizá cambiaría el significado del texto. O quizá no. No importa. No importa, ¿verdad?

No quiero contigo... ni sin ti.



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