Él tiene las manos de los que agarran las decisiones. Las mira una vez y las aspira. Las convierte en pulmones. Se le llena el pecho más bonito que jamás haya visto un alma y me mira desde la pura misma línea de mis ojos. ¿Cuándo hubiera de pasar?
Él tiene el temple de las bestias que duermen en las guaridas, se adelanta a los pasos de toda la eternidad y me dice que me entiende. Me dice las palabras lentas y que serán eternas. Y eternos serán los bucles en las que se encauzan, por incorporaciones que van más rápido de lo que el mundo gira.
Yo quiero girar y girar y parar de pensar en esta bayoneta atroz que nos apunta. No nos deja respirar aire puro ni cuando nos tocamos las almas. ¿Por qué a estos cuerpos? ¿Por qué no entiende los ríos de mis ojos?