Perdóname por mis despropósitos. Por amontonarlos en el mismo salón. En el que (casi) nunca te has sentado.
Perdóname. Por todo lo que no te dije, no te he dicho y no te voy a decir. Por las diferencias que tenemos al reír, al contar las historias y al andar. Y perdóname, ya que estás, por todo lo que sí te he dicho.
Que si quiero volver atrás, hacerlo todo de nuevo, empezar de cero. Quiero y no puedo, quiero y no puedo. No puedo y no quiero. No puedo y no quiero. ¿Qué más da?
Perdóname por echar de menos la parte de ti que más se acerca a mí. Y por tener que reinventarla, y por tener que imaginarla rodeada por nuestros párpados muertos. Perdona por sentir que no nos pertenecemos mientras pedaleamos las mismas bicicletas que nos impiden pensarnos. Perdóname por no vernos, no hablarnos y no sentirnos mientras dormimos o mientras deberíamos estar durmiendo.
Hay una de las dos partes de la misma luna que aún no conoces. Se oculta y juega a esconderse cuando más miras. Y nunca, nunca, nunca, va a desaparecer. Aunque no se te aparezca. Hay una de las dos partes de mí que nunca vas a curar. Por mucho que vendes, por mucho que desinfectes. Pero no duele, a veces. A veces, no escuece; a veces, no sangra. A veces te miro y a veces te pierdo. Pero solo a veces me ves, solo a veces me encuentras. ¿Cómo vas a vivir en mí si no estoy en alquiler? Alquiler, alquiler, cerrado por vaciones, vuelvo en cinco minutos, se vende. Se vende. Todo se vende.
¿Qué podemos hacer? Si nos soñamos, nos cantamos y nos recordamos con las lágrimas en el ombligo. Con las canas en la puerta de casa. Casa. Con los abrigos puestos, tú el de invierno y yo el de verano.
Te deseo amor. Aunque casi me moleste decirlo. Te dejo libre. Aunque nunca hayas dejado de serlo.
My breaking heart and I agree that you and I could never be.